lunes, 3 de abril de 2017

El relato de cada sábado

En cancha de Tucumán Rugby, el local venció 68 - 14 a Duendes por la cuarta fecha del Nacional de Clubes"A".
Precisión, buen juego y contundencia. Así venció el local.
Era otoño, pero no parecía. Tendría que estar fresco, pero no lo estaba. En su lugar, aquel sábado primero de abril, el cielo fue dominado por una gran bola color fuego que impactaba de lleno sobre el público presente en Salas y Valdez al 1500. Esa gente no fue porque tuvo ganas de broncearse. No, fue a ese sitio por la única razón la cual los moviliza un sexto día de la semana a las 15:30 horas. Jugaba su amado club, Tucumán Rugby frente a Duendes. En lo que fue una nueva fecha de la tan difícil, complicada y exigente competencia como lo es el Nacional de Clubes, que sería como jugar la Champions League.


Entre la gente presente que llegaba sobre la hora de juego para no insolarse. Resaltaba alguien en especial. Era aquel señor de edad, que ya estaba situado en su sitio 60 minutos antes de que comience el evento. Algunos se preguntarán ¿Quién será ese ferviente hincha que llega tan temprano? Pero lo que no saben, es que el arribar antes le ayuda a probar su equipo de transmisión. Aquel señor era nada más que un relator que con devoción y compromiso llego a la locación.


Sentándose en la banca, abriendo el portafolio, sacando el cuaderno, micrófono, ajustando transmisores y chequeando que este todo bien. Hizo entender al publico a su alrededor que estaba listo para el partido.


La entrada de los equipos no lo movilizó para nada. Él tenía la mirada clavada en un solo lugar. Ese circulo del medio de la cancha que aguardaba con entusiasmo el choque de la ovalada. El cual le daba indicio al árbitro de que arrancará el reloj y que este avise el comienzo del partido. Para que así el señor con un grito feroz y claro salude a sus escuchas con un “Bienvenidos oyentes a este arranque del partido entre Tucumán Rugby vs Duendes”


El comenzar del juego se hizo repetitivo y similar. El dueño de casa, sin que uno viera el espectáculo podía interpretar que estaba ganando cómodamente. De repente una exaltación invadió los alrededores, y una voz gruesa exclamó “Al parecer el señor vestido de flúor se olvidó de cobrar el tackle alto”, era el relator que sin sobrepasarse en contra del árbitro lo criticó por la acción ocasionada.


De repente la formación mas dura del deporte llego sin avisar. El scrum se hizo presente y los ocho jugadores mas fuerte de cada conjunto se dispusieron para este desafió. El arbitro con simples palabras indico la acción de juego: "cuclillas, tomarse y ya", esas palabras fueron acompañadas con una fuerte explosión como si hubieran chocados dos camiones.

En el medio del empuje de potencias se podía escuchar las voces de los ochos pilares de ambos conjuntos que decían: "empujen, empujen". Ese momento no importaba el marcador ni nada. Lo más preciado era aquella ovalada dorada que sin inclinarse para nadie se quedo clavada en el medio.

La potencia de la visita no basto para la garra local. Que con un empuje sin fuerza saco la ovalada, y de una patada la mando a volar por los aires, que al no haber ni un resoplido de viento subió y bajo sin viaje alguno.


El resoplido del silbató dio por concluida la primera mitad, ambos equipos se refugiaron en sus esquinas como dos boxeadores después del round. Las caras de los jugadores locales lo decía todo, esa sonrisa de oreja a oreja los hacía más temible que cualquier pesadilla. Mientras que en el sector de los rosarinos, las miradas eran vacías y perdidas, la frustración del marcador los afectó gravemente. Como si hubieran perdido el rumbo y ya se quisieran volver a casa.


El regresar fue diferente de los conjuntos. Por una esquina el verdinegro tucumano entraba dando largos salto cual gacela y rugiendo como león. Mientras que los verdinegros de Rosario entraban despacito al campo, pasito a pasito y justito para el comienzo.


Los minutos pasaron y la historia no cambió, como si todo estuviera ya escrito. El apodo de fantasmas se les vio a los visitantes, que no reaccionaba en el campo de juego. El reloj de la vida pasaba a grandes giros, pero el de muñeca se tomaba largos descansos y hacía más lento este espectáculo ya resuelto.


Tras la larga espera, de algo ya concluido hace tiempo, el ¡¡beep!! del colegiado pintado de amarillo llegó y el telón se cerró. El señor con auricular puesto y micrófono en mano dejo salir una exhalación de satisfacción y euforia por lo que aprecio “Esto es algo que nunca voy a olvidar, Tucumán Rugby venció sin restricción alguna a Duendes 68 -14. Me voy a descansar gente, nos vemos a la próxima” anunció el señor que por el intenso sol se estaba poniendo más negro de lo que estaba.


Levantó el campamento de aquella banca situada bajo el símbolo del deporte como lo es la H, y con un “Gracias pibe”, mochila en hombros, portafolio en la mano izquierda y un caminar despacio se retiró del lugar sin decir nada más, no porque no quiera sino que la voz la dejó en su labor, su pasión, su amor que es la radio. Esa despedida no era un adiós sino un hasta la próxima, ya que todo sábado llueva, truene, nieve o este soleado lo vas a ver a el. La voz del rugby.

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